Sunday, February 21, 2010

"Anatomía de un instante" (I), Javier Cercas


"Como todo político puro, Suárez sentía además una necesidad apremiante de ser admirado y querido y, como todo el mundo en el pequeño Madrid del poder franquista, había forjado en gran parte su carrera en base a adulación, hechizado a sus interlocutores con su simpatía, sus ganas insaciables de agradar y su repertorio arborescente de anécdotas hasta convencerlos no solo de que él era un ser extraordinario sino de que ellos eran todavía mas extraordinarios que él, y de que por tanto iba a hacerles objeto de su confianza, su atención y su afecto. Para un hombre así, pura exterioridad, cuya autoestima dependía casi por completo de la aprobación de los otros, debió de ser una experiencia devastadora notar que sus trucos de prestidigitación ya no surtían efecto, que la clase dirigente del país le había tomado la medida y que el brillo de su seducción se había apagado, que nadie reía sus bromas ni se embelesaba con sus opiniones, que nadie sentía el embrujo de sus historias ni el privilegio de su compañía, que nadie se creía ya sus promesas ni aceptaba sus declaraciones de amistad eterna, que quienes lo habían admirado y lisonjeado lo despreciaban, que quienes le debían su carrera política y le habían entregado su lealtad lo traicionaban, que el mejor sentimiento que podía ya suscitar entre sus iguales era una mezcla de hastío y de desconfianza y que, como se encargaban de demostrarle a diario las encuestas desde el verano de 1980, el país entero estaba harto de él."
pag. 136/137

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